Las penas de José

Me duelen tus penas Socorro querido

lacera mi alma lo que te ha pasado

no puedo mirarte con el rostro herido

pues no has cometido jamás un pecado.

José A. Morales

Cuentan que los versos que sirven de epígrafe a este editorial los escribió José A. Morales en 1.973, al día siguiente del incendio del Socorro, dimensionando el desastre desde el balcón de la Casa de la Cultura.

Algún cantor de estos tiempos, mirando pasar la vida sentado en un taburete en la puerta de su casa, quizá piense en las otras penas del pueblo.

El teatro Manuela Beltrán que por décadas fue la ventana por la que se asomaban al mundo los socorranos, hoy es objeto de un proceso de remodelación que parece no terminar. El Hotel Tamacara, primera gran obra con vocación turística, es testimonio crudo de la desidia de algunos gobernantes. El edificio de Telecom, construido quizá en la mejor esquina del pueblo, sin consultar su entorno arquitectónico, se convirtió en privilegiado observatorio de las palomas del parque.

En nuestra Catedral, después de una lucha de años de organizaciones cívicas y sociales, entre las que se reconoce el liderazgo de la Fundación, se iniciaron las obras de primeros auxilios. Es necesario sumar muchas voces para que los gobiernos local, departamental y nacional apropien recursos para su recuperación total.

Y hay que decirlo con tristeza: cuando se camina por sus calles ya no se siente la herencia de los comuneros que tanto nos identificó y es muy probable que niños y jóvenes ya no canten el Himno del Socorro, completo, con el fervor y la reverencia con que lo hicimos los mayores.

Acaso nuestro poeta quiera escribir un bambuco para cantar sus penas. O, tal vez, una tragedia.

Pero hay que pensar con visión de futuro. La variante que permitirá sacar el tráfico pesado que atraviesa el municipio, será también la oportunidad para recuperar las calles plateadas de los sueños del poeta, para restaurar el patrimonio arquitectónico, para recrear la socorranidad perdida, para construir un mejor mañana.

Y tendrán que aparecer liderazgos que inscriban al Socorro en el siglo XXI. Unas administraciones que desarrollen el concepto de ciudad región, resolviendo juntos problemas comunes de educación, salud, recreación y trabajo. Que construyan, al fin, una terminal de transportes digna de los nuevos tiempos y un matadero municipal moderno y eficiente. Que prioricen la conservación de la riqueza arquitectónica. Que ofrezcan educación de calidad que invite a quedarse, no a emigrar.

Esta es la dimensión del reto. Para lograrlo quedan los socorranos, esos miles de hombres y mujeres que trabajan cada día para brindar un mejor futuro a sus familias, que cumplen con su deber, que respetan los bienes públicos, que todavía oyen bambucos, que están dispuestos a hacer realidad el Socorro que soñamos.

Sólo necesitamos trabajar con ellos y para ellos.

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